A mi querido hermano Minor Arias Uva,
poeta de la tierra
Por las noches escucho voces,
no me dejan dormir,
aunque después de escucharlas
(con los oídos de mi corazón)
las puertas de mis ojos se cierran
como los párpados de un ascensor.
Las estrellas no son iguales
desde que escucho susurros
saliendo desde la garganta
del suelo
hasta los pálidos dientes
de los árboles
que crujen por el frío.
Cuentan los chamanes
que del suelo nacen historias
(—quizás por eso, de niño
escuchaba chillidos),
mi abuela decía
que las mazorcas estaban tristes
porque sus hijos las maltrataban.
Hoy siembro mazorcas en el blanco suelo
que se pone triste cuando lo abandono
como triste se ponía mi abuela
cuando se encontraba una mazorca
llorando en las cicatrices del suelo.
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