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Narrador ancestral

A mi querido hermano Minor Arias Uva,
poeta de la tierra


Por las noches escucho voces,
no me dejan dormir,
aunque después de escucharlas
(con los oídos de mi corazón)
las puertas de mis ojos se cierran
como los párpados de un ascensor.

Las estrellas no son iguales
desde que escucho susurros
saliendo desde la garganta
del suelo
hasta los pálidos dientes
de los árboles
que crujen por el frío.

Cuentan los chamanes
que del suelo nacen historias
(—quizás por eso, de niño
escuchaba chillidos),
mi abuela decía
que las mazorcas estaban tristes
porque sus hijos las maltrataban.

Hoy siembro mazorcas en el blanco suelo
que se pone triste cuando lo abandono
como triste se ponía mi abuela
cuando se encontraba una mazorca
llorando en las cicatrices del suelo.
Foto de Yordan Arroyo

Yordan Arroyo

Nació en tierra de colibríes a finales del siglo más asesino de todos (o quizás eso quiere creer). En los campos que lo vieron crecer, los granos de café se dedican a escribir epopeyas y los atardeceres se encargan de recitarlas en voz de sus mejores cerros. Soñar con pájaros y aviones le permitieron atrapar un búho de cartón en la Ciudad Dorada, donde hoy busca la esperanza debajo de las piedras.

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